Las negras afrodescendientes, más conocidas como Palenqueras, transmiten el legado cultural con sus ventas y sonrisas.
En la hermosa Barranquilla, una ciudad llena de alegría y celebración de la tradición, se encuentra el Museo del Carnaval. Es un paraíso de color y ritmo, donde la esencia de la ciudad colombiana cobra vida en cada rincón. Pero fuera de los muros pintados de carnaval, las bulliciosas y concurridas calles que los rodean, reside un grupo especial de mujeres, conocidas cariñosamente como “las negras”.
Durante las primeras horas de la mañana, estas mujeres se preparan temprano para recibir a los visitantes del museo. Vestidas con coloridos trajes tradicionales decorados con escotes, collares, colgantes, e inigualables turbantes, estas mujeres irradian una hermosa y poderosa energía que cautiva a los visitantes con su belleza y determinación de salir adelante.
Pero más allá de su papel como comerciantes, las negras son guardianas de la tradición y portadoras de un legado que continúa durante generaciones pasadas. Con cada sonrisa que comparten y cada historia que cuentan, honran su herencia, mantienen viva la memoria de aquellos que vinieron antes que ellas y preservan las raíces del carnaval de Barranquilla para siguientes generaciones. Mientras el sol se pone sobre la ciudad y se encienden las luces del museo, las negras continúan su trabajo con orgullo y dedicación.
Con cada venta, no solo comparten la belleza del carnaval con el mundo, sino que también contribuyen al sustento de sus familias y comunidades, demostrando que la cultura puede ser no solo una fuente de fortaleza y de alegría, sino también una fuente de empoderamiento y sostenibilidad. De esta manera, las negras en las calles del Museo del Carnaval siguen siendo guardianas de la tradición, manteniendo vivo el espíritu del Carnaval de Barranquilla en cada paso y en cada sonrisa que ofrecen.
Su labor es más que vender productos; es un acto de amor y devoción hacia una celebración que ha definido la identidad de Barranquilla durante siglos y sigue siendo el alma misma de esta ciudad vibrante y llena de vida. Su ubicación estratégica cerca del Museo del Carnaval lo convierte en una parte esencial de la vida cotidiana. Sentadas afuera del museo, despliegan sus creaciones en un espectáculo visual que atrae tanto a turistas como a locales. Los ingresos y éxitos de estas vendedoras son un reflejo de la fluctuante marea del turismo y la demanda de productos.
Durante los periodos en que están activos los carnavales y otros eventos culturales importantes, las ventas aumentan, lo que permite a las mujeres negras obtener ingresos significativos. Sin embargo, en tiempos más tranquilos, su estabilidad financiera puede verse comprometida, lo que las lleva a innovar y diversificar su oferta para atraer a clientes potenciales.
A pesar de las dificultades económicas, estas mujeres continúan trabajando con una determinación inquebrantable. Venderles un producto es más que simplemente ganar dinero, es una forma de honrar sus raíces culturales y contribuir al legado del carnaval barranquillero que han heredado de sus ancestros.
Esta crónica es un testimonio vivo centrado en la vida cotidiana de las mujeres afrodescendientes en la región de Barranquilla. A través de sus palabras, intentamos captar la esencia de estas mujeres, su relevancia en el contexto cultural de la ciudad, y su compromiso inquebrantable como promotoras del Carnaval. Es un evento que reconoce y valora su aporte a la diversidad cultural de Barranquilla y celebra su papel como representantes de la alegría y la tradición.
En conclusión, las negras del carnaval representan la esencia misma de la cultura
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