Eran las 8 de la mañana de un miércoles de abril cuando Tomás Castiblanco, como era costumbre, comenzó a barrer una de las calles del barrio Alameda, específicamente en la carrera 8, en el centro-sur de Cali.
Don Tomás es conocido como “el escobita” por todos en el barrio. Conserva un estilo propio: es un hombre delgado y jovial, de 46 años, de aspecto humilde, gentil y amable. Este personaje es uno de los más queridos y reconocidos del sector; es muy trabajador y se le ve muy motivado cuando se trata de cuidar el medio ambiente. Con su experiencia y dedicación en temas de limpieza, no tarda mucho en cumplir con su tarea para luego darse un merecido descanso y, de esta manera, contribuir al mantenimiento de las calles por su propia voluntad. Se caracteriza por comenzar su barrido de derecha a izquierda en cada una de las aceras del lugar y sin darle cabida ni a un leve descanso, culmina uno a uno todos los rincones de las calles a lo largo y ancho del lugar.
En el transcurso de su trabajo diario, don Tomás relata que lleva casi 15 años ejerciendo esta labor, la cual ve más como una oportunidad para contribuir al cuidado de su amada Cali que como su sustento de vida. No tarda más de 30 minutos por calle; recoge desde envolturas de alimentos hasta colillas de cigarrillos. “Es gusto y amor por las cosas que uno hace. Puede que no gane una fortuna, pero vivo feliz”, afirma él. Pese a no tener un trabajo formal, todos los residentes del lugar contribuyen al salario mensual de este ciudadano ejemplar.
Al recorrer cada metro en compañía de su profesional indumentaria -carreta, escoba, bolsas y tapabocas-, este hombre, con su sonrisa cálida y su carisma único, tiene una conexión especial con todos los vecinos del barrio. Los conoce desde hace mucho tiempo y comparte numerosas historias con ellos. Es tan conocido en el vecindario que hasta don Héctor, el tendero del barrio, le tiene una cuenta abierta a su nombre.
Hacia las 11:00 de la mañana aproximadamente, es común para Castiblanco tomarse una gaseosa para permanecer un poco más enérgico, afirma mientras el gas de la bebida produce un extraño gesto en su cara. También, es muy usual que don Tomás cante mientras realiza su trabajo, ya que, dice él, es una forma de relajarse y hacer que el tiempo transcurra más rápido, sin sentir tanto el cansancio en su cuerpo.
Pasadas las 12 del mediodía, para el “escobita” informal, es costumbre el almuerzo casero de doña Rosita, una antigua residente del sector, quien conoce a Tomás desde que él trabajaba para Emsirva, empresa de la cual se retiró a los 31 años por razones personales. Doña Rosita remunera el trabajo diario de él y del vigilante de turno con sus platos hogareños de mucha fama en el sector de la Galería; caracterizados por sus tostadas de plátano y su agua de panela helada para calmar la sed.
Luego de darse un merecido receso, don Tomás continúa con sus labores cotidianas, barriendo las calles al son de unas cuantas melodías auto interpretadas por él, de la manera más alegre, pues ama su trabajo, y gracias a él mantiene lo más preciado de su vida, su hijo Antonio de 14 años de edad, a quien ha criado inculcándole los valores de la disciplina y la educación. Aproximadas las 3 de la tarde, cansado pero lleno de satisfacción por haber cumplido sus actividades diarias, Tomás H. Castiblanco se dispone a cambiarse de ropa, en aquella vieja y polvorienta caseta, donde los vigilantes le prestan guardia al sector, para dirigirse a su humilde hogar ubicado al oriente de Cali en el barrio San Marino.